Queridos emprendedores y familias empresarias,

Generalmente se ha utilizado como elemento visual de la empresa familiar la figura de un árbol. Por lo general, un árbol robusto y frondoso. Un árbol centenario que evoca la aspiración de continuidad de la empresa familiar. Del árbol solemos ver el tronco, las ramas, las hojas, flore, frutos…. Pocas veces observamos las raíces. Pero hasta sin haber cursado estudios de agronomía intuitivamente entendemos que sin raíces sanas y poderosas el árbol no prosperará sano y rotundo.

Algo muy similar ocurre cuando se analiza la realidad de muchas familias empresarias. Se trabaja mucho la empresa, que evoca al tronco y sus ramas. Cuando la familia empresaria inicia sus procesos de institucionalización (aborrezco el término profesionalización por lo que supone de falta de respeto hacia los propietarios) suele hacerlo por los asuntos de negocio. Planes estratégicos, cuadros de mando, sistemas de remuneración, análisis de inversiones, políticas de atracción y retención del talento, planes de comunicación,…… todos estos asuntos acaban por conformar la agenda estratégica de la empresa. Antes, o después, acaban siendo tratados en órganos de gobierno: consejos asesores, consejos de administración,…

Acabo de relatar medidas que son plausibles, pero me preocupa que estamos dejando desatendidas las raíces. El razonamiento puede ser válido en fases iniciáticas cuando no hay una siguiente generación o esta es de edad joven y conviven en el hogar familiar. En estas circunstancias la gestión familiar se acomete en la mesa camilla o en el comedor familiar.

Pero todos sabemos que las cosas evolucionan y el modelo de cuidado artesano de la cohesión familiar debiera tener una vida limitada. En algún momento también en este ámbito debe imponerse la institucionalización que supone la creación de un órgano de gobierno familiar.

Sin ánimo de ser exhaustivo someto al lector a una serie de interrogantes que debieran ser puestas en el tapete de ese consejo de familia alguna vez:

¿Cuándo y cómo nos gustaría entregar el legado a la siguiente generación?

¿Queremos seguir todos juntos?

¿Compartimos una visión y unos valores?

¿vendemos y les dejamos un legado liquido?

¿Hacia qué modelo de familia empresaria debemos evolucionar: trabajo, dirección, control o inversión?

En base al interrogante anterior, ¿cómo gestionar las expectativas de las siguientes generaciones?

¿Deberíamos trabajar para entregar un negocio más grande y rentable?

¿Cómo trabajar también nuestro legado socioemocional?

¿Cómo crear patrimonios personales    más allá del patrimonio empresarial?

¿Cómo conseguir tener una siguiente generación bien formada con empleabilidad y capacidad de        emprender para expandir el legado?

¿Cómo cohesionar e integrar a una nueva generación, que seguramente será mucho más grande, dispersa y diversa?

Sin una agenda estratégica de la familia del tipo a la que acabo de proponer a modo de ejemplo es difícil alinear a los integrantes de una familia empresaria. Será complicado compartir objetivos. No digamos generar ese anhelado orgullo de pertenencia.

Espero que tras leer estas líneas valores la importancia de dedicar recursos y tiempo de calidad a la tarea trascendental del cuidado de las raíces.

Hasta pronto. No dejes de esforzarte por ser muy feliz que, al final del día, es lo más importante para ti y los que te rodean.