Queridos emprendedores y familias empresarias,
Por mi actividad entenderán que asisto a numerosos cursos, reuniones o eventos en relación a la temática de la empresa familiar. También me relaciono con muchas familias. Cuando en estos entornos escucho hablar de retos de las familias empresarias siempre me quedo con la sensación que hay más de los que se suelen listar.
Se apela con frecuencia a desafíos como la necesaria transformación digital, el crecimiento empresarial, la búsqueda de la rentabilidad, la reinvención de modelos de negocio para adaptarse a los vertiginosos cambios del entorno, la lucha por captar y retener gente de talento, la búsqueda de diferenciación, la expansión internacional,… Efectivamente temas críticos en clave empresarial.
Pero en estos diagnósticos echo a faltar el cuidado de un grupo de interés fundamental: la familia.
Un par de ejemplos anónimos para ilustrar la cuestión. Exitosa familia empresaria en primera generación que tras décadas de trabajo y cuando el fundador frisa los 70 descubren la ausencia de pasión en la generación continuadora que verbaliza su desinterés por el negocio. ¿Y ahora qué?. Exitosa familia empresaria que en segunda generación abre un conflicto brutal por profundas diferencias de proyecto y valores entre sus integrantes que se está llevando por delante familia y negocio.
Estos y tantos casos conocidos me permiten afirmar que el gobierno y la gestión de la familia siguen siendo los grandes olvidados. Por falta de visión o por considerarlos un asunto siempre secundario el caso es que no es una cuestión que se aborde con la necesaria contundencia que supone dedicarles tiempo y recursos de calidad. En sentido contrario, es en muchas sagas de largo recorrido e indudable éxito cuando la gestión de la familia se aborda con un prisma más profesional.
Parece que si hay aparente paz familiar, objetivo cumplido. No me resulta un indicador adecuado. Dicho de otro modo, parece recomendable aplicar medicina preventiva. Más aún en el entorno latino, donde la comunicación abierta suele brillar por su ausencia. Demasiadas veces he asistido de la aparente calma a la explosión de conflictos casi irresolubles. En nuestro ámbito se prefiere omitir los temas delicados, lo cual provoca que eclosionen tras años de cocerse a fuego lento. Mala receta.
El modelo fundacional basado en el hiperliderazgo difícilmente supera la transición generacional. Sugiero empezar a trabajar con tiempo el modelo de familia empresaria al que se aspira y trabajar alineados en esa dirección. Visión y consistencia.
Esa es la razón de ser de apostar por el gobierno de la familia. El espacio desde el que diseñar y controlar la correcta implantación del plan estratégico familiar.
Compartir un proyecto y unos valores facilita la construcción de un legado, económico y socioemocional, que genera el deseado orgullo de pertenencia. Como también ocurre cuando se gestionan las expectativas de los miembros de la familia, se forman a las siguientes generaciones para ser accionistas responsables o se fomenta la comunicación abierta y constructiva.
Ya lo decía un mito de la empresa familiar, Henry Ford, “trabajar juntos es el éxito”. Me permito pedir una reflexión al respecto para animar a la familia con espíritu proactivo, estratégico, con luces largas y no esperar a la llegada del conflicto para reparar que hay un stakeholder muy relevante llamado familia.
Hasta pronto. No dejes de esforzarte por ser muy feliz que, al final del día, es lo más importante para ti y los que te rodean…