Generalmente se ha utilizado como elemento icónico para representar a la empresa familiar la figura de un árbol, un árbol centenario que evoca la aspiración de continuidad de la empresa familiar. Del árbol, pocas veces observamos las raíces, pero hasta sin tener profundos conocimientos de agronomía, entendemos que, sin unas raíces sanas y poderosas, el árbol no prosperará.
Algo similar ocurre cuando analizamos la realidad de muchas familias…
Cuando la familia empresaria inicia sus procesos de institucionalización, suele hacerlo por los asuntos de negocio, mientras que la gestión familiar se acomete diariamente en el cuarto de estar o en el comedor familiar sin exigir mayores esfuerzos. Pero todos sabemos que las cosas evolucionan y el modelo de cuidado artesano de la cohesión familiar debería tener una vida limitada. En este ámbito, también debe de imponerse la institucionalización que supone la creación de un órgano de gobierno familiar.
Sin una agenda estratégica de la familia que aborde temas como:
- ¿Cuándo y cómo nos gustaría entregar el legado a la siguiente generación?
- ¿Queremos seguir todos juntos o segregamos negocios por ramas familiares?
- ¿Compartimos todos la misma visión y los mismos valores?
- ¿Cómo podemos trabajar nuestro legado socioemocional?
- ¿Cómo podemos cohesionar e integrar una nueva generación, que seguramente será mucho más grande, dispersa y diversa?
Será muy difícil alinear a todos los integrantes de una familia empresaria.
Merece la pena que el cuidado de las raíces se institucionalice a medida que la familia se hace grande. Uno de los ejemplos claros de esto, es el presidente de un gran grupo empresarial de origen familiar que disponía como una de sus máximas prioridades la organización de un road show para explicar a los accionistas la situación de la compañía. Aunque sean miembros de la familia hay que cuidar al accionista ya que eso es lo que facilita la cohesión familiar y por añadidura, la continuidad transgeneracional.
La experiencia ha demostrado que la mayoría de las veces los negocios se cuidan y se atienden mucho pero no así las relaciones familiares. Las singularidades existen y hay que gestionarlas. La unión familiar hace a la fuerza y por eso es tan importante trabajar en cuidar al accionista presente y futuro.
Frecuentemente, nos encontramos con asuntos que pueden desgastar la relación, como, por ejemplo, aquellos accionistas que no trabajan en la empresa y a los cuales la entrega de un dividendo supone seguramente su mayor fuente de ingresos o aquellos que son ajenos a la gestión y órganos de gobierno y que demandan información. Y es que en el devenir de la familia empresaria es natural que acaben surgiendo circunstancias que pueden dar a lugar a malentendidos, pero nada que no se pueda gestionar con un buen road show. La anticipación es la clave. Lo inteligente es ser proactivos y trazar un plan para trabajar esta situación especial con carácter preventivo.
Volviendo a la agronomía, muchas veces con el agua de lluvia no basta para cuidar las raíces y hay que programar riegos artificiales. Lo mismo pasa con las familias. Su cuidado a veces exige tomar medidas que fuercen la convivencia y de paso, faciliten la cohesión. Nada más y nada menos que trabajar en aras de la unión familiar, en el bien entendido de que va a facilitar y mucho, la deseada continuidad como familia empresaria. Solo las raíces sanas y vigorosas van a permitir que el árbol crezca y se desarrolle en todo su esplendor.